No sé si cuando usted esté leyendo estas líneas, y si es que ha decidido hacerlo, habrá ya votado en las elecciones autonómicas de Andalucía, convocadas para este 19 de Junio. Si no lo ha hecho, y está a tiempo, tampoco sé si se puede o no pedir el voto, porque tenemos un sistema electoral que aún incluye conceptos de otros tiempos, como no poder pedir el voto ni un segundo antes de que empiece la campaña, (¿qué se pensarán que son todos esos actos de las cada vez más largas precampañas?), o como la llamada “jornada de reflexión”, como si uno hubiera recopilado toda la información de partidos, programas y candidatos y tuviera que encerrarse el día antes de las elecciones a leerlo todo y decidir a quién va a votar.
En fin, el caso es que votamos nuevamente y lo hacemos en el ámbito de la comunidad autónoma, lo que hace de estas elecciones un momento muy importante. Pienso que si bien todas las elecciones son importantes, lo son aún más cuanto más cercana es la institución que estamos eligiendo. Por eso doy mucho valor a las elecciones locales, después a las autonómicas, luego a las generales y, por último a las europeas. Y que nadie me entienda mal, que para mí son muy importantes todas y voy a votar, salvo causa de fuerza mayor que aún no se ha dado, siempre que se convoquen.
El caso es que había decidido escribir hoy unas líneas sobre porqué debemos apoyar a una u otra candidatura, pero como no sé si puedo hacer eso, como ya he explicado, voy a cambiar de tema y voy a explicar porqué creo que es importante ir a votar.
Siempre nos han dicho que es nuestro deber ciudadano acudir a las urnas siempre que se nos convoque a ello. También, en los últimos tiempos sobre todo, se nos ha recalcado que la política no empieza ni termina en las urnas, sino que es solo un paso más en la formación y decisión del sistema en el que vivimos.
Yo estoy de acuerdo con esto último. Hacemos política con todas y cada una de las decisiones que tomamos en nuestro día a día y tomar conciencia de ello es quizá el paso más importante que aún nos falta por dar. A pesar de ello, pienso que también existe una estrategia para desmovilizar a la ciudadanía, y empieza precisamente ahí, en proclamar que en realidad el voto no es tan importante. Al fin y al cabo, ¿qué importancia tiene un voto?
Es posible que muchos de ustedes hayan oído ese dicho “un grano no hace granero, pero ayuda a su compañero”. Pues esa es realmente la importancia de un voto. Tenemos la libertad para votar y el derecho a hacerlo, y por ello es importante ejercerlo, porque si bien es nuestra decisión, la renuncia a un derecho deja de lado los esfuerzos que se hicieron para conseguirlo.
Existen unas opciones políticas que basan su tirón electoral en ser “antisistema” e incluso piden el voto para acabar con esas instituciones en las que pretenden representar a la ciudadanía. En realidad, analizando un poco, nos damos cuenta de que no son antisistema, lo que pretenden es acomodar el sistema a sus intereses. Si para ello hay que conseguir que el sistema quede cerrado sobre las personas que piensan como ellos, les da igual.
Hay también quienes llaman al voto útil. Una forma muy fina de dirigirse en realidad al voto inútil, porque piden votar a quienes ya han tenido la oportunidad de cambiar las cosas y no han hecho lo que prometieron o incluso han hecho justo lo contrario. No hay voto más inútil que aquél que afianza algo que no funciona.
Es muy curioso como de cara a las elecciones la consigna que todo el mundo comparte es la importancia de votar, de movilizar a “tu” electorado. Pero, en cambio, cuando se propone cambiar el sistema electoral para que no haya votos perdidos o ganancias de escaños sin causa directa, apelan a miles de razones, cercanas todas al más vale malo conocido..., dejando que estas iniciativas se diluyan solas o acabando con ellas de un plumazo, directamente. Porque para eso sí se ponen de acuerdo. Incluso quienes lo pedían antes.
Votar es importante, pero también lo es hacerlo fríamente. Con la cabeza y no con las tripas. No votemos para castigar a alguien, sino para defender el modelo de sociedad en el que queremos vivir.
Es posible que esto suene a frase de cartel electoral, pero es la única realidad. No tiene sentido votar a alguien con quien no estamos de acuerdo solo para castigar a otro, a quien a lo mejor votaste en las pasadas elecciones, porque al final vas a ser tú quien va a pagar las consecuencias y a sufrir los efectos de las políticas que lleve a cabo. No creo que la satisfacción de la mañana siguiente, en el bar, de decir que han ganado aquellos a los que tú has votado, merezca la pena a cambio de los cuatro años a los que has ayudado a dar lugar.
Todas las personas tenemos una idea de en qué mundo queremos vivir. Sabemos las cosas que nos conmueven y que nos remueven. Entendemos perfectamente cuáles son nuestras prioridades y lo que estamos dispuestos a hacer para llevarlas a cabo. Pensar en eso y votar por quienes compartan la mayor parte de tu composición de lugar es lo más responsable que podemos hacer. No dejarse embaucar por quienes prometen algo y lo contrario. O por quienes hablan de lo que la gente quiere escuchar, como un loro que repite una frase que a alguien le hace gracia solo porque sabe que va a recibir una galleta como premio.
En política hay que valorar el riesgo. Porque quien dice lo que va a hacer, aunque sepa que no es lo más popular, está demostrando una honestidad a prueba de presiones. Y eso, la honestidad, junto al compromiso y la responsabilidad, deberían ser los valores que caracterizaran a nuestros políticos. Al fin y al cabo su propuesta es para gestionar lo de todos, lo nuestro. ¿Qué menos que exigirles que sean decentes y honrados? O acaso no lo hacemos con los demás con quienes trabajamos, vivimos o llevamos a cabo cualquier actividad compartida.
Pues eso, voten y, sobre todo, disfruten lo votado.
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