Volvemos a ver, una vez más, imágenes de división en la izquierda andaluza ante una nueva cita electoral. Un nuevo episodio que tiene diferentes aristas que todo el mundo trata de explotar según las circunstancias. Un debate, un cartel, una propuesta, todo vale con tal de mostrar el enfrentamiento y la desunión.
La situación de división de la izquierda es lamentable, máxime ante el panorama de resultados electorales que se avecina. Pero me gustaría que esos llamamientos a la unidad, la cooperación, la solidaridad y el acceso a la participación en los medios se mantuvieran en el tiempo y ante todas las circunstancias y participantes.
En
el último caso, el acceso a los debates televisados entre candidatos, no
recuerdo estas
llamadas cuando era a otros partidos a los que se cerraban las
puertas de esos mismos debates o el acceso a ciertos fondos de campaña. Será
que la ley es así. Y si lo es, si son las normas que tenemos, ¿estamos seguros
de querer hacer excepciones? En ese caso, ¿dónde ponemos el límite a esas
excepciones? ¿Las hacemos en función de lo bien que nos caen unos u otros? Si
no nos gustan las reglas que tenemos, de acuerdo, cambiémoslas. Pero mientras
tanto son las que hay.
En realidad nada de este debate es necesario. Ni siquiera debería haberse producido. Si todos tuviéramos claro que las reglas son iguales para todos y no estuviéramos siempre empecinados en llevarlas hasta los límites que sean necesarios para favorecer nuestros intereses. Porque como dice un amigo mío, las reglas son necesarias y siempre favorecen a lo débiles, porque los poderosos no las necesitan.
Pero es que además, yo no quiero que haya dos papeletas de la izquierda, quiero que haya 10 ó 12 ó tantas como sean necesarias para representar la multiplicidad de opciones que hay. Porque somos diversos y en esa diversidad enriquecemos nuestras propuestas. Esto eliminaría el mal llamado voto útil y provocaría una representación real del sentir de la gente en el Parlamento. Así se facilitarían los acuerdos a posteriori, sobre medidas concretas a implementar sobre la marcha. Lo que beneficiaría, sin duda, a la ciudadanía y a nuestra tierra.
Pero eso conllevaría un cambio en el sistema electoral de forma radical, dirán. Pues hagámoslo. Pero ese cambio no lo veremos, porque beneficiaría a los “más pequeños” y solo se defiende cuando te ves perjudicado. Luego llegas a ese punto donde el sistema te beneficia y ya no te acuerdas.
Tampoco nos engañemos, la fuerza con la que llegan la derecha y la extrema derecha a estas elecciones tampoco es por causa de que haya dos papeletas de izquierda, porque si nos agarramos a ese razonamiento habría que preguntar a quienes desde primera hora no han querido participar de un proceso de coalición porqué lo han hecho. Quizá deberíamos pensar en la responsabilidad de esa izquierda que lleva muchos años haciendo lo mismo y que ya ha comprobado que no ilusiona ni moviliza a nadie, o cada vez a menos gente, pero sigue agarrándose a sus mantras y a sus “derechos consolidados”.
He leído alguna reflexión sobre la evolución del voto en Andalucía en los últimos años y la conclusión más evidente es que no ha habido ese giro extremo que se puede interpretar de las encuestas. Al menos no en tan poco tiempo como parece. Todo es un proceso, y a andar ese camino se ha contribuido desde todos lados. La desafección, el desencanto, el abandono, la desidia, influídos, asumidos o provocados, no son flor de un día ni tienen una sola causa responsable.
Y, por supuesto, han sido “las derechas” (expresión que no me gusta nada, prefiero “los poderes”) quienes han lanzado el anzuelo una vez más, perfectamente dirigido y preparado, y en el que no hemos tardado nada en caer. Lo hemos mordido, como siempre, con fiereza y prontitud, enfrascándonos nuevamente en una batalla que en nada nos beneficia y con la que malgastamos energías muy necesarias para arrebatarles la caña. Disculpen el símil pescador.
Yo participo en una de esas opciones representadas en una de las papeletas que los electores podrán votar el 19J, y lo hago porque creo que es donde tocaba estar en este momento. Con todas las dificultades y desencuentros habidos y con todas las estrategias partidistas con las que ha habido que lidiar. Pero se ha sido capaz de llegar a acuerdos, por compromiso y responsabilidad, para que la Andalucía que queremos sea posible y no la que representan las derechas de desregulación y ley de la selva, con continuos ataques a los servicios públicos y llamadas a bajadas de impuestos que ahogan, aún más a esos servicios públicos que los realmente beneficiados de esas bajadas no necesitan.
No se trata de enfrentar líderes o carteles electorales, se trata de decidir cuál es el modelo que apoyamos. Y si pensamos que el sistema nos ha dejado atrás, cambiemos el sistema. Y el momento es ahora. No vale de nada no hacer nada o querer mantenerse equidistante, porque en esa tierra de nadie en la que se ha convertido la abstención y el no frentismo es donde mejor se desenvuelven las opciones que no te van a defender. Puede ser que tú pases de ellos, pero ellos no van a pasar de ti, porque te necesitan explotado y con los brazos caídos para seguir sustentando su poder.
Mientras sigamos enfrascados en el enfrentamiento, dejando de lado todas las cosas que compartimos y que lo hacemos también con la inmensa mayoría de la ciudadanía, ellos habrán ganado. Y, si no cambiamos, lo seguirán haciendo por mucho tiempo porque no parece, de momento, que seamos capaces de lograrlo.
Ha tenido que ser la ciudadanía la que obligue al entendimiento de distintas fuerzas políticas. Quizá tenga que ser esa misma ciudadanía la que nos obligue a cambiar la forma de hacer las cosas para que se sientan realmente representadas. De momento el camino es bueno, lo que hace falta es que nos dé tiempo a explicarlo y a llevarlo a cabo.
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