Hoy me permito una reflexión llevada al límite. Una vuelta de tuerca a lo más cotidiano. Y es que vivimos en un mundo en el que a diario se nos presenta una gran contradicción. La que se produce entre los mensajes de “buenismo” que nos transmiten las campañas de publicidad y la realidad cotidiana de competencia y abuso que fomentan esas mismas empresas que pagan las campañas. El individualismo llevado al límite de la competencia más brutal es el paradigma que domina nuestra sociedad, y, a la vez, los anuncios donde nos invitan a la solidaridad y la responsabilidad son la tónica del marketing actual. Desde hace tiempo nos enseñan que debemos pensar en nosotros y nuestro bienestar antes que nada. Como si el de la gente que tenemos a nuestro alrededor no nos afectara. Y que cada uno le dé a la palabra alrededor la magnitud que crea conveniente. Hacemos lo que queremos, y si reprendemos a alguien por abusar y despreciar a los demás seremos, en muchas ocasiones, tachados de intransige