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Alcorque

Aunque siempre me ha gustado, con el paso de los años me va llamando mucho la atención conocer el origen de las palabras. Especialmente de aquellas que se van perdiendo o empiezan a caer en desuso. Y si hablamos de palabras que solo se usen en nuestro entorno más cercano, me lo tomo como algo personal el seguir utilizándolas.


Las razones para fijarme en una u otra son diversas, pero en el caso de la que da título a este artículo tengo que decir que fue su sonoridad la que me hizo fijarme en ella. Según la definición que nos propone la siempre socorrida Wikipedia, el alcorque, socava o cajete es un hoyo cavado al pie de un árbol, para almacenar agua de riego o de lluvia, o fertilizante para facilitar su aprovechamiento por el árbol. También, para completar la parte más didáctica de este texto, decir que la palabra alcorque procede del árabe hispánico alqúrq, la cual a su vez procede del arameo qarqā o qurqā.

Es, ampliando la definición en un alarde de imaginación que espero que me permitas, amable lector, un agujero de vida. Un medio de agarre a la tierra que proporciona el sustento y la capacidad para seguir viviendo.

Y claro, si estás en Jaén, casi me atrevería a decir en cualquier población andaluza, y que se salve la que pueda, el siguiente paso en tu proceso mental será darte cuenta de la cantidad de alcorques vacíos que hay en nuestras calles. Unos que nunca se llenaron, otros que perdieron a su habitante y nunca más se ocuparon, y otros donde todavía se puede ver un trozo de tronco de lo que alguna vez fue un árbol.

He de decir, ante de continuar, que se reconoce en los últimos tiempos un cambio en las políticas de arbolado del Ayuntamiento de Jaén. Y me refiero a éste porque es el que más conozco. Se hacen trabajos de replantado en bastantes calles de la ciudad y las podas que se llevan a cabo no son tan agresivas como lo eran hace muy poco tiempo.

Y esto no debería depender del color del partido político que gobierne el Ayuntamiento. Porque los árboles proporcionan salud, riqueza y bienestar. Y eso tendría que estar por encima de cualquier color e ideología.

Pero, ¿acaso nos hemos planteado alguna vez qué hacen esos árboles en nuestras calles? ¿Por qué o para qué sirven los parques y zonas verdes de las ciudades?

Parece increíble, pero en la mayoría de los casos la respuesta es No. Mucha gente los ve como adornos urbanos, como si fueran un banco o una fuente, y por ello los cree totalmente prescindibles llegado el momento. No vamos, en muchos casos, más allá del mero efecto estético que pueden tener.

Algunos datos: Un árbol maduro es el mejor aliado para luchar contra el cambio climático. Puede absorber hasta 150 kg de gases contaminantes por año. Además, son excelentes filtros para contaminantes urbanos y partículas finas atrapándolos en las hojas y la corteza. Por otro lado, la ubicación estratégica de los árboles en las ciudades puede ayudar a enfriar el aire entre 2 y 8 grados centígrados. Por poner un ejemplo, la ubicación correcta de los árboles alrededor de los edificios puede reducir la necesidad de aire acondicionado en un 30%, y reducir las facturas de calefacción de invierno en un 20-50%. Y ello sin olvidar que las investigaciones muestran que vivir cerca de espacios verdes urbanos y tener acceso a ellos puede mejorar la salud física y mental, al disminuir la presión arterial alta y el estrés. Estos datos, que se meten directamente en nuestro bolsillo y en nuestra salud, deberían ser suficientes para justificar unas políticas urbanas que cuiden y mimen los árboles y las zonas verdes de las ciudades.

Pero, por si fuera poco, es importante decir que los árboles maduros regulan el flujo de agua y desempeñan un papel clave en la prevención de inundaciones y la reducción del riesgo de desastres naturales. Un árbol de hoja perenne maduro, por ejemplo, puede interceptar más de 15.000 litros de agua por año, contribuyendo además al aumento de la biodiversidad urbana.

Para aquellos que piensan que todo se debe cuantificar y medir en términos monetarios, decirles que la planificación de paisajes urbanos con árboles puede aumentar el valor de la propiedad hasta en un 20 por ciento, y atraer el turismo y los negocios.

Todos estos datos, extraídos de páginas de las Naciones Unidas, nos llevan a una conclusión: una ciudad con una infraestructura verde bien planificada y bien administrada se vuelve más sostenible, mejora la calidad de vida, se adapta mejor al cambio climático, reduce el riesgo de desastres y conserva los ecosistemas. Y la clave puede estar en la palabra infraestructura. Tratar a los árboles y las zonas verdes no como elementos aislados sino como una infraestructura que hay que diseñar, cuidar y mantener por los beneficios que aporta a la ciudad y a la ciudadanía. Como lo hacen las redes de transporte o saneamiento.

Quizá haya quien aquí se plantee que si no hay dinero para otras muchas cosas, cómo lo va a haber para esto. Según estudios publicados, cada euro invertido en la plantación y conservación del arbolado urbano, ahorra hasta siete euros en gastos de energía e infraestructura.

Es lamentable ver como a veces creemos que nos estorban, para terrazas de bar o para tener visibilidad, y no nos damos cuenta de que es un privilegio contar con ellos tan cerca. Un ejemplo significativo que he podido ver: en una calle de Jaén hay plantados árboles y solo se han secado y arrancado tres de ellos, los que coinciden delante de la fachada de un supermercado. A raíz de unas obras de acondicionamiento en dicho establecimiento se vertieron restos de obra a los alcorques, garantizando que no iban a poderse volver a plantar. La fachada se ve ahora muy bien, pero en verano tienen que tener varios cierres bajados, incluso con la tienda abierta, para cortar el paso al sol que les entra y les dificulta estar dentro haciendo la compra.

Pensemos.

 

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