Desde el 31 de octubre hasta el 12 de noviembre se está celebrando en Glasgow, Escocia, la cumbre climática internacional. La llamada COP26.
Se trata de un encuentro multidisciplinar en el que se va a negociar el marco mundial de lucha contra el cambio climático. Es un tema que nos da de lleno puesto que Andalucía es un territorio que se verá especialmente afectado por el cambio climático y no podemos permitirnos no actuar ni tampoco no exigir a los demás que lo hagan.
Estas cumbres se celebran periódicamente y suelen ser, principalmente para los grupos ecologistas, una fuente de decepción y sensación de pérdida de tiempo.
En el caso concreto de esta COP es especialmente importante puesto que fue suspendida el año pasado por la COVID19 y porque es la primera COP en tiempo de crisis sanitaria. Además, tiene relevancia por tener lugar 5 años después de la COP21 donde se firmó el Acuerdo de París y ser por tanto la COP donde los países (también llamados partes) tendrían que presentar sus nuevos planes de reducción de gases de efecto invernadero.
La realidad, cinco años después, es que existe una falta de ambición a nivel mundial y europeo. Vivimos en un contexto de inacción climática que deriva en graves consecuencias sobre nuestra salud, el empleo y el futuro de la juventud. Desde los partidos verdes hablamos por ello de que se está cometiendo un crimen social y ecológico.
España mantiene bien el tipo en esta clasificación “criminal”. ¡Para una vez que estamos al nivel del resto de Europa, es para esto! Nuestra Ley Climática peca de una total falta de ambición y se queda en un raquítico 23% de reducción de emisiones para 2023, muy lejos del 55% que la ciencia está pidiendo ya de forma desesperada. Es una ley que ha nacido desfasada y que clama por una revisión.
Parece que no nos damos cuenta de que no estamos hablando de algo futuro cuando hablamos de emergencia climática. Hoy el cambio climático es ya una realidad con víctimas que lo sufren en carne y hueso. Todo ello está derivando en una catástrofe y un caos sanitario y social.
Para evitarlo es fundamental ser lo suficientemente ambiciosos y audaces como para mantener el aumento de la temperatura por debajo de 1’5 grados, tal y como nos marcamos en el Acuerdo de París.
En lugar de eso, ya hemos conseguido tener un aumento de 1’2 grados. Si seguimos así, las expectativas de llegar a 1’5 a finales de siglo se verán con mucho superadas y lo haremos a ¡¡final de esta misma década!! Si los cálculos científicos son correctos, y hasta ahora lo han sido e incluso se han mostrado optimistas, a finales de siglo el aumento de la temperatura puede ser de 2’7 grados.
Tenemos que exigir, a nuestros gobernantes que a buen seguro han pasado por la cumbre para cumplir los protocolos de fotos con caras de preocupación, que la política climática pase del “bla bla bla” habitual a la acción decidida, coordinada y participada.
No podemos seguir creyendo en falsas soluciones, como la captura de carbono. Al revés, esta COP tiene que ser la tumba de las energías sucias y las subvenciones a los combustibles fósiles. Es España, especialmente, tenemos una total dependencia energética del exterior, cuando tenemos las posibilidades para ser una economía y una sociedad puntera en la generación de energía renovable. Tenemos que creer y avanzar en que la alternativa pasa únicamente por el ahorro y las energías renovables. E incidir claramente en la necesidad de acabar con el oligopolio energético de cuatro empresas que actúan de forma déspota y tiránica aprovechando la dependencia de la ciudadanía y favorecer un cambio de modelo energético que apoye las iniciativas cooperativas, basadas en la cercanía y la democracia, generadoras de empleo y oportunidad en los entornos más locales y en experiencias de autoconsumo energético.
Pero no basta con proponerlo. Solo tendremos éxito en la transición ecológica si se lleva a cabo con justicia climática. Es necesario dotarse de los medios económicos necesarios, y prometidos, y que se regulen los mercados de carbono y se aplique todo con la máxima transparencia y participación. La transición ecológica y los cambios y sacrificios que conllevará será mejor aceptada si genera el mayor consenso y compromiso posibles. Por parte de todos. Por ello la importancia de las asambleas ciudadanas climáticas. Algo que en España no parece haber comprendido el Gobierno y ha diseñado unas asambleas que parecen más órganos de sensibilización que de participación. El Gobierno tiene que perder el miedo a que la ciudadanía exprese su voluntad de cambio de modelo.
Y ahí la juventud está llamada a jugar un papel importantísimo. Ya ha dado más de un toque de atención y últimamente ha vuelto a salir a la calle para reclamar que nos dejemos de palabrería y pasemos a la acción contra la emergencia climática. Están, ni más ni menos, que reclamando su derecho al futuro.
Estamos asistiendo, además, a la acción de la justicia contra aquellos gobiernos que no cumplen con sus compromisos climáticos o contra las multinacionales de las energías sucias. Si no queremos que España sea la siguiente en la lista de los condenados por inacción climática, tenemos que aumentar la ambición y terminar con la dependencia del gas fósil y caminar hacia un sistema energético 100% renovable para 2040.
Hemos de hablar ya de un cambio de modelo, en lo energético, en lo económico, en lo productivo, en lo laboral, en lo social. La crisis climática no afecta a un solo ámbito sino que lo hace de forma transversal y no entiende de clases, aunque sí que afecta más a quienes menos recursos tienen. Por eso es necesaria la justicia climática.
Es urgente revisar al alza nuestra ambición climática para estar del lado correcto de la Historia.
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