A estas alturas todos estaremos de acuerdo, y posiblemente no haría falta ni decirlo, en que la Navidad hace mucho que perdió el espíritu religioso y solidario que alguna vez tuvo. Hoy en día es un capítulo más en la cadena de campañas de marketing y ventas en la que se ha convertido el calendario festivo anual. La carrera desenfrenada por comprar, gastar y consumir abarca ya todo, desde juguetes y ropa o complementos hasta comida para llenar inmensas mesas donde, desde incluso el momento de hacer los menús, ya sabemos que va a sobrar mucha comida. Sí, nos juntamos con la familia, en la medida en que la COVID nos deja, pero no para hablar e interesarnos por su situación y bienestar, sino para hacernos regalos, esperando quizá que ese objeto sustituya nuestros abrazos, nuestras palabras, nuestros apoyos, el año próximo. Hasta que nos volvamos a juntar y nos alegremos mucho de volver a vernos, cuando en la mayoría de los casos podríamos haberlo hecho en cualquier momento, pero estába