Me empiezan a llegar estos días anuncios y carteles comunicando
que el próximo día 12 de octubre, festividad del Pilar, “abrimos”.
No voy a hablar de la falsa, pero extendida, creencia de que
cuantas más horas abra un comercio, más vende. Algo que no se sostiene y que
cualquiera que lo haya tenido o haya trabajado en uno sabe que muchas horas de
las que se está con las puertas abiertas son horas perdidas. No hay que abrir
muchas horas, hay que abrir las horas que te lo demanda tu clientela.
Estas líneas van de otra realidad relacionada con abrir los
festivos y es lo que supone para los autónomos comerciantes y sus familias.
Cuando se decide abrir un festivo, para las grandes
superficies o los centros comerciales no supone apenas nada, unas cuantas horas
extra, si acaso, reflejadas en un balance de resultados repleto de conceptos.
En cambio para un autónomo o comerciante supone directamente perder un día de
descanso, de ocio, de estar con la familia, de hacer, en definitiva, algo
distinto.
No existe, como se puede creer, libertad para abrir, por
aquello de que abre quien quiere y no se obliga a nadie. Cualquier comerciante
sabe que si abre tu competencia, tú tienes que abrir. Por múltiples razones
incluida la mala imagen ante los clientes que, aunque no tuvieran intención de
ir a comprar ese día, reprochan que no hayas abierto “como todos”.
La forma de regular los horarios comerciales ha pasado por
distintos estadios, pero en mi opinión solo existen dos posibilidades: o se
abre todos los días del año y que se salve el que pueda, de efectos desastrosos
para la mayoría de los comerciantes y su vida familiar y social, o se elabora
una lista de festivos y esos días “no abre nadie”
Pero los horarios dependen de las administraciones
autonómicas y en general ya sabemos a quienes suelen prestar más oídos. Ninguna
comunidad se puede permitir la amenaza de deslocalización de los grandes grupos
de distribución que, al menos en un futuro inmediato, se traduciría en pérdida
de empleo y por lo tanto de votos. Es cierto que a la larga se fortalecería el
sector del pequeño comercio y se recuperaría el empleo siendo además de mayor
calidad, pero ¿quién estará aquí para entonces?
Lo más curioso de todo esto es que si preguntas a los que ya
han anunciado que van a abrir, casi todos te dirán que no están de acuerdo, que
ellos harían otra cosa, pero “como abre todo el mundo”. Como si ellos no fueran
parte de “todo el mundo”.
¿No nos damos cuenta de que si todos los pequeños
comerciantes decidiéramos no abrir y emprender una campaña de boicot a las
compras esos días tendríamos la fuerza suficiente como para que se cambiara la
situación? Es posible que eso suene a utopía, pero es porque los comerciantes
solemos vernos como entes solitarios y no nos damos cuenta de lo que en
conjunto representamos para el tejido económico de cualquier ciudad.
Pero así no vamos a ningún lado, seguiremos abriendo y
quejándonos por tener que abrir y diciendo que “¿yo?, yo no abriría, pero….”
Perdiéndonos más días de estar con la familia y amigos y de tener algo más de
vida que la que podemos tener detrás de un mostrador. Porque vivimos del
negocio y no para el negocio.
Sé que
estas líneas caerán pronto en el olvido, quizá ni siquiera hayas llegado hasta
aquí, pero espero que en algún momento alguien comparta estas reflexiones y
seamos capaces de empezar a cambiar las cosas. Porque los festivos son para
todos y la vida no es solo vender, aunque eso sea ya otro tema.
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