Estoy cansado de perder. Últimamente no hago otra cosa.
No me preocupa lo que pueda haber perdido materialmente, si
merecía la pena se puede recuperar y si no, ¿para qué?
Lo que me duele es haber perdido mis ganas de reír, mi
capacidad para aprender, mi ilusión por llegar a más.
Perdí la capacidad de sorprenderme y las ganas de hacerlo.
No sé dónde dejé mis fuerzas para ser y para estar. He
perdido mis ganas de hacer y mi entusiasmo por
participar.
No me quedan ansias por cambiar ni ímpetu para movilizar a
los demás.
No sé dónde quedaron mi capacidad de amar y mi
predisposición a ser amado. Mis ganas de besar y de ser besado.
Si alguna vez tuve atractivo físico, éste se basaba en mi
seguridad, mi sonrisa y mi sentido del humor. Perdidos éstos, desaparecido
aquél.
Y lo he perdido yo, no me lo han arrebatado, porque perdí mi
capacidad de luchar, mi ansia de rebelión, mi creencia en la revolución.
No me importa quién ha ganado, también eso lo he perdido.
Solo me importa que he perdido.
He perdido el camino de vuelta.
He perdido mis ganas de buscarlo.
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