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Frente a los Retos: SOBERANÍA



Cada año, el 4 de Diciembre, se convocan manifestaciones y concentraciones a lo largo de la geografía andaluza para reivindicar y recordar aquellas que tuvieron lugar el mismo día pero del año 1977.
Aquel día los andaluces demostraron que no querían seguir siendo considerados ciudadanos de segunda categoría, mano de obra barata para llenar los huecos que el desarrollo iba dejando. Y algunos de aquellos andaluces lo pagaron muy caro, como es el caso de Manuel José García Caparrós, héroe involuntario de aquel hecho histórico y que murió asesinado por la entonces denominada Policía Armada en la manifestación que se llevó a cabo en Málaga. Esta injusta muerte de la que nunca se llegó a averiguar el responsable, fue solo el vergonzoso colofón de unas muestras de unidad e identidad que más tarde llevarían a Andalucía a la autonomía.
Pero, como pasa muchas veces, ni las instituciones ni los partidos institucionales supieron interpretar lo que aquel movimiento había significado.
           Empezando por el hecho de que ni siquiera sea considerado, el 4 de diciembre, como el día de Andalucía y acabando con el hecho no menos significativo y mucho más importante de que la situación siga estando dirigida por aquellos que representan a quienes entonces impedían el acceso real a la autonomía andaluza.
La situación andaluza aglutina dos causas que, si bien una de ellas se repite a lo largo y ancho de toda España, sólo aquí se juntan multiplicando su efecto devastador. Por un lado la caducidad demostrada del proceso denominado “Transición”, que se encuentra superado y que no ofrece a día de hoy ninguna solución a los problemas reales a los que cada día nos enfrentamos los españoles, y por otro lado el “apalancamiento” del PSOE en el poder que ha convertido a nuestra tierra en su pequeño reino y sobre el que han tendido una red de redes clientelares y de favores debidos que nos lleva a un inmovilismo y a una sumisión hacia otras instituciones que no permite que Andalucía abandone el furgón de cola de la Europa del Siglo XXI. Una Andalucía que han convertido en dependiente de subvenciones y subsidios, de destrucción y especulación, cuando deberían haber apostado por el desarrollo bajo un modelo que apueste por el bien común y la garantía de los derechos sociales.
El PSOE, y con él el gobierno de la Junta de Andalucía, han perdido el tiempo intentando la política del mal menor y aceptando para ello los recortes y las imposiciones que le han ido viniendo ya sea desde Madrid o Bruselas. Además de aquellos de fabricación propia que desde San Telmo se han impuesto a todos los andaluces.
Y la gente está harta. Harta de estar abandonada y de tener que lidiar con los intereses particulares de los partidos con poder para poder intentar tan solo asomar la cabeza hacia un mundo mejor. Harta de ver como nuestros jóvenes tienen que seguir emigrando para poder conseguir un trabajo para el que están mejor preparados que nunca pero que ven cómo no solo se les cierran las puertas que podrían estar abiertas sino que se clausuran para no volverlas a abrir. Harta de ver cómo nuestra agricultura se somete al dictado de las grandes firmas comercializadoras y nuestros campos y agricultores se enfrentan a un futuro de abandono y necesidad, lo que conlleva al fin de muchos de nuestros pueblos. Hartos de ver el desprecio que destilan muchos dirigentes de otras comunidades, incapaces de gestionar lo suyo y que hacen de la acusación falsa e hiriente su justificación comodín ante la ruina a la que conducen a sus territorios.
Ante todo esto, ante el reto de romper el círculo vicioso que nos lleva a creer que con casi un millón de parados una cifra ínfima de reducción de las listas del INEM es una buena noticia, a los andaluces sólo nos queda una alternativa: la soberanía.
La soberanía, que no implica ruptura si no es con aquellos que consienten y permiten la ruina de nuestra tierra con efectos endémicos, que está dividida en cuatro pilares básicos e irrenunciables todos ellos: soberanía política, soberanía económica, soberanía energética y soberanía alimentaria.
Porque ¿de qué sirve la soberanía si vamos a seguir dependiendo de que nos aprueben miserables cifras de inversión y nos dejen (o no) responder a las demandas de servicios públicos de la ciudadanía? ¿Para qué vamos a ser soberanos si lo que queremos es convertirnos en otro minireino donde el neoliberalismo y las grandes empresas sigan campando a sus anchas pisoteando los derechos y la calidad de vida de todas las personas?
Es imprescindible que comprendamos que Andalucía tiene la capacidad y las materias primas necesarias para marcar el ritmo hacia un cambio de modelo que represente el empoderamiento ciudadano y la apuesta por otro modo de vida acorde con los recursos y el planeta.
No sirve de nada tener el mayor número de horas de sol de toda la UE si luego ponemos todos los palos posibles en las ruedas del cambio de modelo energético. ¿Por qué si nos llenan los oídos de las bondades de la agricultura ecológica se sigue apostando por unos cultivos que son insostenibles a largo plazo por su enorme consumo de agua? Tenemos la capacidad de cultivar en mejores condiciones y con más calidad pero seguimos llenando nuestra despensa de frutas y verduras traídas del otro lado del mundo en un ciclo contaminante totalmente innecesario. ¿A quién le interesa la apuesta por modelos de megaciudades que nos hacen depender del transporte en vehículos casi siempre privados cuando nuestros pueblos y ciudades han demostrado ser un modelo más amable y conciliador para el desarrollo urbano andaluz y de los andaluces?
Y lo peor de todo es que tengamos que ver cómo nos gobiernan personas incapaces de reivindicar lo que a la postre sólo son nuestros derechos. Vemos como se pliegan a las exigencias de otras instituciones que, manejadas por los poderes económicos, no ven más allá de sus propios intereses. Aunque acarreen el sufrimiento de miles de personas.
Y todo justificado en el “más vale malo conocido…”
Por eso ya no hay más paciencia, ni más oportunidades. Porque la pobreza y el paro parecen elementos inamovibles del paisaje andaluz y a algunos parece no molestarles. Porque tenemos las posibilidades y las ganas. Porque no tenemos un planeta B al que subirnos y la destrucción de éste tendrá unos efectos devastadores sobre nuestra tierra incluso antes que sobre otras partes del mundo.
           Por eso pedimos, reivindicamos, exigimos Soberanía para Andalucía.

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