Que el poder reside en el pueblo es algo que, más allá de bonitas frases en textos históricos de referencia, en la práctica deberíamos analizar si se ha conseguido o no llevar a cabo. Si bien no voy a poner en duda la legitimidad de los gobiernos elegidos democráticamente en nuestro país, es obvio observar que la acción de gobierno que éstos han llevado a cabo se aleja y mucho de lo prometido a la ciudadanía y por lo tanto del mandato otorgado para gestionar y administrar lo público. De esta situación evidente, convenientemente aderezada con la retahíla de casos de corrupción, que parece ser lo único que une a los políticos de distinto signo, y sumado todo a la evidente predilección de nuestros gobernantes por legislar en apoyo de los intereses de los grandes grupos y corporaciones, surgen tanto movimientos de protesta articulados de diversas maneras, como posiciones personales de desafección hacia algo que forma y formará parte de nuestras vidas, como es la política. Ante e