Sería lógico pensar que
un artículo sobre Renta Básica, escrito en la semana europea por la Renta
Básica, debería empezar con una definición sobre lo que es la Renta Básica.
Pero creo que es más importante
que antes nos hagamos una pregunta y según sea la respuesta que cada uno tenga
para ella nos marcará el punto de partida ante este tema.
La política económica
de un país, ¿es un simple conjunto de medidas para garantizar que el sistema
económico en el que vivimos se mantenga, manteniendo de esta manera las enormes
diferencias entre unos ciudadanos y otros, o es un instrumento que los
gobiernos tienen y deberían usar para luchar contra la pobreza y en fomento de
la igualdad?
A partir de aquí sí podemos
dar una definición de Renta Básica. La Renta Básica es una cantidad, recibida
por todos los ciudadanos, de manera universal e incondicional, que paga el
Estado, y cuyo fin es garantizar un nivel de vida mínimo para todos los
ciudadanos propiciando que el acceso a las necesidades básicas de todos y cada
uno de nosotros no sea un lujo al alcance sólo de algunos.
Ante esto está claro
que implantar esta medida puede ser el punto de inflexión que cambie
definitivamente nuestra sociedad, así como que hacerlo no sería en absoluto
algo aislado sino que debería ir acompañado de una reforma total de nuestro
sistema fiscal, así como una redefinición de lo que son los subsidios y las
ayudas de la Administración.
El argumento inicial de
recibir una renta por el mero hecho de haber nacido tiene como reflejo
inmediato el reproche de que en ese caso nadie va a querer trabajar. Esto,
unido al pensamiento de que no sería posible financiarlo hace que el
escepticismo y la desconfianza sean el sentir usual en cualquier persona que
oye hablar de Renta Básica por primera vez.
Hay que entender que no
se trata de pagar una cantidad que nos permita vivir con todo lujo, sino que
nos dé para cubrir nuestras necesidades básicas. Para comprender el alcance y
la financiación de la Renta Básica hay que analizar lo que se busca con ella,
que no es otra cosa que dotarnos a todos de la libertad suficiente para poder
independizarnos de aquellos trabajos que nos condenan a ser esclavos de un
concepto que nos conduce a vivir para trabajar, haciendo que todo aquello que
todos entendemos como “disfrutar de la vida” sea un lujo solo al alcance de
unos pocos privilegiados que lo consiguen a costa del trabajo de los demás.
El trabajo, entendido
como la actividad que tiene como fin producir algo, no puede limitarse ni a los
trabajos remunerados, ni a aquellas actividades en las que el producto es algo
físico que puede luego venderse o manipularse. Todos conocemos a muchísimas
personas que trabajan de sol a sol en el cuidado de mayores, en atender a la
familia, en lo que se suele denominar “mirar por los demás”, trabajos sociales
de vital importancia en la sociedad de las prisas y la competitividad en la que
vivimos y que no reciben ningún tipo de remuneración económica por ello pero
que si de pronto, un día, decidieran dejar de hacerlo provocarían un auténtico
problema al resto de la sociedad, a
pesar de que en general suelen ser invisibles a la mayoría. La sociedad
debería, por lo que recibe a cambio, recompensar a estas personas.
Y todos conocemos a muchísimas
personas que trabajan de sol a sol, a cambio de un salario pero cuya vida se
circunscribe a ir cada día a trabajar esperando que llegue el fin de semana
para poder ver cómo crecen sus hijos o como gana su equipo, o como “el de la
tele hace bricolaje” o lo que quiera que a él/ella le gustaría hacer con su
vida de no ser porque no tiene tiempo casi ni para pensarlo. Se dedican a
trabajar para conseguir una vida mejor, mientras la vida real, que podría ser
mucho mejor de lo que es, pasa por delante de sus narices sin que lleguen a
disfrutar de ella. Y la sociedad debería procurar una vida mejor para todos y
cada uno de sus miembros y que no sea un camino de trabajo, compras,
infelicidad y vacío.
Todo ello al margen de
que para mucha gente hoy en día poder comer a diario, poder calzarse o
vestirse, poner la calefacción, ir a la universidad y muchas más cosas se han
convertido en un lujo que no se pueden permitir.
Está demostrado que a
partir de un cierto nivel de renta, justo aquel que nos garantiza que nuestras
necesidades básicas están cubiertas, cualquier incremento de aquélla no repercute
en aumentar nuestra felicidad, al contrario lo que provoca es que cada vez nos
convirtamos más en engranajes de la maquinaria que define el concepto de
trabajar más, para cobrar más, para poder gastar más endeudándonos más, lo que
nos lleva a trabajar más para poder mantener ese ritmo de vida.
La Renta Básica cubre
ese umbral de necesidades por lo que garantiza la estabilidad y el nivel de
vida básico para todos permitiendo, como no puede ser de otro modo, que
cualquiera pueda aumentar sus ingresos por medio del trabajo, como hasta ahora,
pero permitiendo también que cuando una persona se enfrenta al día a día lo
haga con la tranquilidad de que pase lo que pase tendrá garantizado su derecho
a la vivienda, al vestido, a los servicios básicos y por lo tanto no estará
obligado a aceptar cualquier trabajo en las condiciones que sean para poder al
menos comer cada día, él y su familia. Se trata pues de una apuesta decidida
por la libertad, la igualdad y la equidad entre las personas.
Lógicamente la
implantación de la Renta Básica acarrearía inexorablemente otras reformas de
igual calado en la sociedad y el sistema.
En términos económicos
conllevaría que el sistema fiscal debería garantizar que todos y cada uno de
nosotros paguemos en función a nuestros ingresos, acabar con todas las medidas
que hacen que las grandes fortunas paguen, en términos efectivos, menos
impuestos que las nóminas de la mayoría de los trabajadores españoles. El
sistema fiscal debe tender a ser más proporcional y por supuesto menos dado a
la trampa y el subterfugio. Que pague más quien más tiene, algo tan sencillo y
a la vez tan complicado de llevar a cabo.
Del mismo modo la Renta
Básica acabaría también con toda la cantidad de subsidios y ayudas que a día de
hoy se dan por parte de la administración y en las que se van cada año miles de
millones y que tienen siempre unos umbrales de entrada y unos condicionantes
que hacen que la picaresca y el fraude campen a sus anchas y perjudiquen muchas
veces a personas que realmente deberían estar cobrando esas ayudas.
Estos hechos, el acabar
con todas las demás ayudas y subvenciones y la redefinición de la fiscalidad,
ayudan a comprender de donde puede salir la financiación de la Renta Básica.
Evidentemente, ante la
característica de universalidad de esta renta, a la pregunta recurrente de si,
por ejemplo, D. Emilio Botín cobraría también esa Renta Básica la respuesta es
que sí, como todos los demás ciudadanos. El problema, para él, es que seguro
que con la reforma fiscal planteada pagaría mucho más de esa cantidad en
impuestos, que servirían entre otras cosas para financiarla. Se suele decir que
aproximadamente un 40% de las personas verían mejorar su nivel de vida con la
Renta Básica, otro 40% se quedaría prácticamente igual y un 20% pasaría a pagar
más de lo que recibiría.
Por último, pero en
absoluto menos importante, la implantación de una medida como es la Renta
Básica tiene que llevar aparejada una importante reforma educativa. Un sistema
que promueve la idea de que eres más feliz según la cantidad de cosas
materiales que te puedes permitir nunca va a aceptar la idea de una renta
básica, porque la competitividad como idea principal de la sociedad está reñida
con la solidaridad y el cooperativismo que inspiran los principios de la Renta
Básica. A nuestros hijos se les enseña y se les educa en el principio del
“tanto tienes tanto vales” y en cambio no se les hace apreciar que lo realmente
importante en la vida es la felicidad, y que a ella no se llega con cosas
materiales, sino con todos aquellos valores que tienen cada vez más vedado su
paso por esta sociedad que no nos ve como ciudadanos sino como
productores-consumidores.
En una sociedad con
seis millones de parados, con miles de familias desahuciadas, con cada vez más
dificultades en el acceso a servicios básicos como la educación o la sanidad,
con recortes recurrentes en todos los servicios públicos acompañados de
incrementos en las facturas de suministro de elementos básicos, como el agua,
la luz, el gas…el disponer de una renta que nos permita esquivar la pobreza sería
sin duda poder garantizar que vivimos en una sociedad realmente solidaria y
comprometida de verdad con el fin de la pobreza y con la alienación de todas
las personas.
Renta Básica, reparto
del trabajo, renta máxima, reforma del sistema fiscal, nuevo modelo energético
más democrático y sostenible, reforma del sistema electoral para hacerlo más
justo y proporcional, son reformas que la humanidad tiene que emprender más
temprano que tarde si no quiere verse abocada a su propio ocaso.
El camino no es fácil,
ni corto, porque la desigualdad crea mercados y los mercados crean fortunas
pero sin duda es el camino que la humanidad tiene que emprender si quiere
realmente garantizarse un futuro de libertad e igualdad por el que valga la
pena luchar. Cuanto antes salgamos, antes recorreremos el camino.
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