Desde que empezó esta crisis hace dos, tres o cuatro años
según con quien hables, venimos haciéndonos la misma pregunta: ¿quién es el
responsable de la crisis?
No sé hasta que punto es lógico hacerse esta pregunta en un
país donde nadie asume sus responsabilidades. Yo diría que sí, que es una
pregunta a la que no podemos renunciar porque una cosa es que no se asuman responsabilidades
y otra que no se conozcan.
Poco importa quién o qué o cómo causó esta crisis si la
causa última no es otra que el propio sistema en sí. Un sistema que se basa en
el crecimiento permanente usando recursos limitados está condenado a repetir
las crisis cada vez con más virulencia y ámbito. La crisis no es solo económica
sino que afecta a todo el sistema. Una sociedad que mide su prosperidad en la
capacidad de sus miembros para la acumulación de propiedades materiales está
abocada a la decadencia, la desigualdad y la insatisfacción permanente. Una
desigualdad totalmente calculada puesto que no hay nada que favorezca más el
consumismo que la desigualdad. Nos educan para que busquemos la felicidad
basada en la posesión material y no en el desarrollo personal.
Pero ahora que empiezan a generalizarse comentarios de que
puede ser que el fin de la crisis empiece a despuntar a finales de año (nótese
la cantidad de palabras que he necesitado para poner “fin de crisis” debido a
las dudas que todo el mundo que se supone que sabe de ello tiene al respecto)
la pregunta que debemos hacernos no es tanto quién la provocó o cuando
saldremos sino más bien cómo vamos a salir.
Está claro que la salida de la crisis que nos están
preparando no es ni mucho menos la salida que se podía suponer cuando el
entonces presidente francés Nicolás Sarkozy afirmaba que era una muy buena
oportunidad para refundar el capitalismo. Tras la tan segura como discreta
reprimenda de los que “manejan el cotarro” nunca más volvió a mencionarlo.
Nos están preparando una salida de la crisis que dibuja un
panorama desolador para miles y miles de personas, han devastado los servicios públicos
dejándolos en meros epígrafes de lo que fueron. Han atacado la sanidad, la
educación y los servicios de ayuda a la dependencia como si dependiera de ello
la continuidad misma de la especie humana. En cambio no se han atrevido en
ningún momento a meterse con los bancos, a obligar a la Iglesia a pagar
impuestos, a realizar una reforma fiscal que haga pagar más a quien más tenga y
más contamine y no a quien depende exclusivamente de una nómina. No se han
atrevido a apostar por nuevas formas de energía a pesar de tener las empresas y
las materias necesarias para convertirnos en energéticamente autosuficientes
debido al poder que tienen las empresas que actualmente se reparten el pastel
energético en España. No se han atrevido a buscar el dinero que se esconde en
los paraísos fiscales o en empresas de dudosa moralidad impositiva (si se me
permite la expresión) como las SICAV, a pesar de decir una y otra vez que hacía
falta dinero. El dinero está y ellos lo saben, es solo que no se atreven a ir a
buscarlo y han decidido sacarlo de los maltrechos bolsillos de los más débiles.
Nos venden continuamente la idea de que hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades cuando nadie asume la responsabilidad de haber construido
aeropuertos donde no hay aviones o de inundar España de trayectos AVE deficitarios
mientras reducen los servicios ferroviarios en otros sitios que quedan casi
aislados por tren, a la vez que privatizan aquellos servicios públicos
imprescindibles y rentables que aún le quedan a la administración. Todo ello
aderezado con la desfachatez y la chulería de los responsables políticos, que
se atreven a convocar ruedas de prensa para decir que están negociando la venta
de uno de estos aeropuertos pero que no se les ocurra a los periodistas preguntarle con quien
porque no piensa decirlo, como si estuviera vendiendo la parcela que tiene en
el pueblo.
Y todo esto y mucho más nos lo dicen haciendo hincapié en
que están adoptando medidas valientes. Será de cara a sus partidarios porque
saben que estas medidas les están restando apoyos, porque para mí aliarse con
los poderosos y castigar a los débiles no es precisamente de valientes. Me
recuerdan a ese gran monologuista español que fue Miguel Gila cuando contaba: “el otro día pasé por una calle y había tres
tipos dándole una paliza a otro y yo pensé: qué hago, me meto, no me meto….al
final me metí. Jo, la que le dimos entre los cuatro”. Eso es exactamente lo
que están haciendo.
En definitiva nos están fabricando una realidad en la que
nos tocará vivir a todos y que tendrá como objetivo que los de siempre sigan
siendo un poco más ricos y a los demás nos aboquen hacía la siguiente crisis
correctiva en la que volverán a apretarnos las tuercas un poco más y a la que
llegaremos cada vez un poco peor preparados como consecuencia de las
“soluciones” adoptadas en la anterior. Una realidad que no nos gusta y además no
es la nuestra.
La libertad sirve para decidir en el presente y para elegir
el futuro.
Tenemos que decidir cómo queremos vivir cuando todo esto
acabe. Nos jugamos si salimos de la crisis empobrecidos e hipotecados para
varias generaciones o solidarios y preparados para un futuro mejor. Y tenemos
que decidirlo cuanto antes porque el tiempo pasa y nuestra sociedad y nuestra
democracia se degradan a pasos agigantados.
Con la excusa de la crisis económica están tratando de
destruir lo que queda de nuestro sistema democrático y alejarnos de las
instituciones. Ya hay gobiernos en Europa que no han pasado por las urnas y que
se erigen en salvadores de la patria cuando están dirigidos por reputados
representantes del gran capital que todo lo maneja, usando además la excusa de
que no les ha quedado más remedio, que tenían que salvarnos.
El problema no es la política sino el uso que algunos vienen
haciendo de ella en su propio beneficio.
Ni queremos ni podemos renunciar a unos derechos que tantos
años y esfuerzos costaron. Se lo debemos a nuestros padres y a nuestros hijos.
Tenemos que trabajar día a día en construir la sociedad del
futuro. Esto no solo se hace en las urnas, cada cuatro años, sino también en la
calle, con cada posicionamiento que tomemos ante lo que está pasando. Apoyando
las iniciativas que nos parezcan que van en la buena dirección, dejando de lado
rencillas o enemistades personales. Colaborando con organizaciones y partidos
que luchen por un mundo mejor y más sostenible.
Hay que luchar para cambiar este sistema que, como si de un
círculo vicioso se tratara, nos empuja una y otra vez dentro y fuera de unas
crisis que tienen como objetivo convertirnos en meros productores alimentados
por la quimera de encontrar la felicidad en el último modelo de
electrodoméstico.
Tenemos que vencer la idea de que no hay alternativas porque
sí, sí que las hay. Trabajemos por desarrollarlas y crear una auténtica alianza
de los más desfavorecidos que nos permita decidir nuestro destino y no
conformarnos con el que nos tienen preparado. No les demos más facilidades, lo
tienen todo a favor porque lo llevan construyendo muchos años con un plan
minucioso que les está dando frutos. Ellos, el capital, los especuladores, los
explotadores, los neoliberales nos llevan una gran ventaja: ellos saben lo que
son y lo defienden con ahínco. Saben que sus posibilidades pasan por la unidad.
A nosotros nos gusta etiquetar (a nosotros y a los demás) y lo hacemos con
etiquetas que nos separan más de lo que el trabajo diario nos une.
Tal y como están las cosas todo lo que no sea trabajar por
una alternativa real de gobierno que apueste por un nuevo sistema y una nueva
sociedad más sostenible y solidaria es perder el tiempo y facilitarles el
camino a aquellos que causaron la crisis como excusa para afianzar su posición.
Vaya, al final ha resultado que sí sabíamos quien causó la crisis.
Evidentemente no somos los ciudadanos los culpables y, una matización a tus palabras, los gobiernos no es que no se atreban a buscar una salida diferente... es que no quieren para proteger sus intereses.
ResponderEliminarY, como biuen dices, depende de nosotros cambair.
Gracias, Abraham por tu comentario. Efectivamente parece que todo es cuestión de actitud y de prioridades. Lo que parece claro es que las prioridades de las autoridades actuales no son las de los ciudadanos a los que gobiernan y se supone que protegen
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